Tensión competitiva

El ecuador de 2013 quizá marque un punto de inflexión. Algo en la percepción general de las posibilidades de nuestra economía está cambiando, como ha cambiado en el curso de pocas semanas el tono de los mensajes gubernamentales, emitiendo en positivo donde antes predominaba lo lúgubre. Por eso resulta especialmente oportuna la reciente publicación de una obra que aporta sólidos argumentos para creer en la capacidad empresarial española: “Fortalezas competitivas y sectores clave en la exportación española”, editada con esmero por el Instituto de Estudios Económicos y realizada por un equipo de reputados profesores bajo la dirección de Rafael Myro. Una excelente investigación que, escapando de la perspectiva meramente agregada, analiza nuestro patrón exportador con la intención de explicar la vigorosa dinámica exportadora de España desde el arranque mismo del siglo, un desempeño que ha devenido formidable en el curso de los años y meses más cercanos, cuando la contribución positiva del sector exterior está amortiguando sustantivamente la severidad de la crisis.

Varios son los ángulos de estudio que los autores escogen, con resultados en cada caso estimulantes. Por lo pronto, si se atiende a los productos, en contra de la imagen tópica de un sector exterior anclado en el turismo y en unos pocos bienes escasamente elaborados, la competitividad de las exportaciones españolas se sustenta en un amplio elenco de sectores, destacando como “estrellas”, tanto algunos que han tenido una alargada presencia en mercados foráneos (automóviles, alimentos, bebidas y tabaco, metálicas básicas, caucho y plásticos, textil y confección), como los que muestran un rápido progreso (medicamentos, maquinaria agrícola e industrial y un abierto abanico de productos químicos), lo cual revela, en su conjunto, que exportamos bienes con un grado de sofisticación tecnológica medio-alto, a lo que hay que añadir la creciente proporción, en la partida de servicios, de los servicios no turísticos, particularmente de servicios avanzados, esto es, de servicios a las empresas. La capacidad competitiva de las exportaciones españolas se refleja también en los mercados que logran penetrar: aquí, la elevada concentración en la Unión Europea va dejando paso a una diversificación geográfica al incorporarse países de Asia, África y América Latina. En fin, si se atiende a las empresas exportadoras, el tamaño resulta decisivo. Como es pauta generalizada, un selecto grupo de grandes empresas sostiene el incesante ascenso de la exportación española. El 5 por ciento de las empresas más grandes por exportación realiza el 75 por ciento de las ventas exteriores. El tamaño sí importa. Las grandes empresas poseen elevadas productividades y han sufrido un menor avance de sus costes laborales unitarios.

Lo cual remite a la cuestión primera y central: ante la imposibilidad de recurrir a una devaluación, solo cabe afianzar la competitividad en precio de los productos españoles conteniendo los costes laborales y aumentando la productividad (“devaluación interna”), así como ampliar la proyección internacional de nuestros mercados de servicios, a través de una ambiciosa estrategia de innovación. La obra comentada así lo registra rigurosa y pormenorizadamente. Una muy valiosa contribución “en positivo”.

EL COMERCIO EXTERIOR: ¿UN BUEN CHICO?, por Vicente Donoso (UCM e ICEI) y Víctor Martín (URJC e ICEI)

La crisis por la que está atravesando la economía española deja poco hueco para las noticias alentadoras: nos hemos acostumbrado a un desempleo escandaloso, especialmente entre los jóvenes; a que las cifras de variación del PIB sean una quiebra continua de las expectativas (una caída del 1,4 en 2012, más pronunciada de lo esperado) a que el crédito sea un paralítico que no echa a andar; a que los parámetros del gasto social vayan adelgazando; a que la brecha tecnológica y de productividad auténtica (es decir, la que descuenta los aumentos debidos a la simple destrucción de empleo) se siga ampliando con los países de cabecera; a que una notable cantidad de recursos se vayan por las cloacas de la corrupción, de supuestas amnistías fiscales, de pagos de más a empresas que gestionan entidades privatizadas; o a que, de una u otra forma poco limpia, los dirigentes políticos cobren un sobresueldo.

Ante este triste panorama, cuya descripción podría ampliarse y profundizarse, no resulta extraño que el Gobierno se agarre a cualquier clavo para evitar precipitarse en el vacío. De forma un tanto sorprendente para quien conozca la historia económica de este país, ese clavo hace algún tiempo que viene siendo el comercio exterior. Se argumenta, con razón, que la situación es mejor de lo que sería debido al buen comportamiento de la demanda exterior. El comercio exterior sería el chico habitualmente díscolo que, de repente, ha sentado la cabeza y proporciona a los padres muchas alegrías.

Repasemos algunos hitos (aproximadamente desde 2008) de la hoja de ruta de éste buen chico en que se ha convertido el comercio de mercancías: se pueden enumerar al menos cinco que insuflan algo de optimismo en el maltrecho solar de nuestra economía:

a)     Las tasas de crecimiento  de las exportaciones se comportan más favorablemente que las de las importaciones.

b)     La contribución del comercio exterior a la tasa de crecimiento (negativa en una gran mayoría de años), lleva desde 2008 siendo positiva, es decir, contribuyendo a que la tasa de aumento del PIB sea mayor o la de disminución, menor.

c)     Como consecuencia de este buen comportamiento, se argumenta que la cuota de mercado de las exportaciones españolas en el total mundial, se ha mantenido más estable que la de países tan importantes como Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido e Italia, todos los cuales han perdido, no ya décimas, sino puntos, de cuota en favor, por ejemplo, de China (hoy en día primer exportador mundial), Rusia e India.

d)     Y también, en consecuencia de esa buena trayectoria, los años de crisis han aportado una reducción que cabría calificar de espectacular, del déficit comercial, desde los 100.000 millones de euros de 2007 hasta los casi 31.000 de 2012.

e)     Esto último se puede hacer más gráfico aún, indicando que, si se descuenta el déficit de los productos energéticos (principalmente el petróleo), el saldo comercial de manufacturas de 2012 sería positivo por unos 15.000 millones de euros.

Creo que no conviene olvidar la importancia de las buenas noticias que se han expuesto en los puntos anteriores. Sin embargo, sí conviene matizarlas, porque la historia de nuestro comercio está llena de optimismos infundados que ocultan los graves problemas estructurales que padece. Lo primero es reconocer que, si en una situación de desempleo severo y de caída de la demanda interna cercana a los 5 puntos en 2012,  las importaciones crecieran más que nuestras exportaciones, estaríamos en una situación ciertamente alarmante. En segundo lugar, aún celebrando la buena noticia de la contribución positiva a la tasa de crecimiento, no debe olvidarse que, en nivel, el comercio exterior de mercancías sigue restando valor al producto, puesto que las importaciones continúan siendo superiores a las exportaciones. En tercer lugar, también tenemos que ponernos en guardia frente a un excesivo optimismo respecto de la cuota de mercado. Porque la realidad es que, los datos de la OMC indican que España cerró 2012 con una participación del 1,64 en las exportaciones mundiales, es decir, a nivel de 1990, y muy lejos del 2,03 alcanzado en 2003. En cuarto lugar, la notabilísima mejora del saldo negativo se apoya de forma acusada en el parón que ha supuesto la crisis en algunas partidas. Baste de ejemplo lo que ha ocurrido con los bienes de equipo, que han pasado de pérdidas en torno a los 27.000 millones de euros, en 2007,  a superávit de 500 millones, en 2012, debido al derrumbe de la inversión productiva.

Con todo, los anteriores matices no quieren borrar las buenas noticias; tan sólo pretenden matizarlas. Y, para ello, con carácter más general, conviene recordar lo siguiente: carencias energéticas (con un déficit acumulado entre 1995-2012 que supera los 390.000 millones de euros corrientes), tecnológicas expresadas en la importación de bienes de equipo (unos 250.000 millones de déficit acumulado en ese mismo periodo) y, desgraciadamente, ahora también de consumo, por falta de competitividad en el precio (unos 127.000 millones de descubierto en esos años) son debilidades que no se corrigen tan sólo con el tipo de cambio (caso de que pudiéramos manipularlo a nuestro antojo, como desearían algunos nostálgicos del pasado) o con el control de la demanda, sino que requieren políticas y reformas estructurales de largo plazo, que es lo que lleva reclamando nuestro comercio de mercancías hace mucho tiempo.

Ideología alemana y crisis en España, por Rogelio Velasco (IE Business School)

La idea que predomina en los círculos económicos más influyentes de Alemania –el consejo de los cinco sabios y los cinco institutos de investigación con mayor reputación- sobre la zona euro, es la de una zona de libre cambio en la que las políticas fiscales siguen siendo nacionales y la política monetaria, aún con una moneda común, hay que limitarla para evitar transferencias masivas de recursos de unos países a otros. Esta limitación supone, en realidad, una modificación de los mecanismos de transmisión monetarios, que pierden buena parte de la eficacia como herramienta para combatir la crisis en toda la zona euro.

Vista así, la actual crisis se considera una crisis de balanza de pagos, parecida a la que acabó en los años setenta con los acuerdos de Bretton Woods. Hubo países que perdieron competitividad como consecuencia de un proceso inflacionista prolongado y la única forma de recuperar la competitividad perdida era devaluar la
moneda, reduciendo, de esta forma, el tamaño de sus economías en términos nominales, para que las variables fundamentales –precios relativos, tipos de interés o tipo de cambio- se ajustaran a las nuevas condiciones de equilibrio. Este proceso es acompañado, adicionalmente, por un pass-through que reduce los márgenes empresariales exportadores, amortiguando las elevaciones de costes para no perder mercados exteriores.

Ahora, con una moneda común, no es posible devaluar. Sólo a través de un doloroso y lento mecanismo que se concreta en la reducción de los salarios reales y precios, se podrá recuperar la competitividad perdida. En este caso, se trata de la competitividad de los países europeos que mayores divergencias han mostrado en crecimiento salarial respecto de Alemania y que con mayor intensidad están sufriendo la crisis.

Siguiendo este argumento, la perspectiva alemana niega cualquier papel positivo a las políticas fiscales activas, ya sea incrementando el gasto público o reduciendo los impuestos, en los países que se encuentran en mejor situación, la propia Alemania, principalmente. No sólo se niega el papel de las políticas fiscales; la propia política monetaria o cuasi-monetaria que se instrumenta a través del BCE o de los mecanismos de estabilidad financiera, es puesta en tela de juicio porque, mantienen, se corre el serio peligro de contaminar gravemente la solvencia de los países que mejor están sorteando la crisis. Esto equivale a afirmar que el crecimiento de la demanda interna en Alemania tendría como efecto fundamental el empeoramiento del endeudamiento público y privado alemán, y no depararía efectos positivos sobre los restantes países.

La única salida, pues, pasa por la reducción del tamaño de las economías periféricas para forzar una reducción de las importaciones y un aumento de las exportaciones, que permitirían conseguir un saldo positivo de la balanza de pagos. De esta forma, se podría ir pagando las deudas, públicas y privadas, con los recursos generados por el sector exterior.

Este razonamiento contiene varios fallos de consistencia. Señalemos algunos.

En primer lugar, la contracción generada por la crisis garantiza la reducción de las importaciones, pero no el incremento de exportaciones, que permitirían generar crecimiento positivo. Con una crisis generalizada en los principales mercados de exportación, ¿contra quién se gana competitividad? Si es con países que también padecen la crisis, apenas se incrementarán las exportaciones. Hay que señalar que más del 60% del comercio exterior de los países de la UE tiene lugar entre los propios  miembros.

Pero, además, en el caso de España, la pérdida de competitividad ha ido acompañada de un comportamiento de las exportaciones que se encuentra a la cabeza de la UE, incluyendo Alemania; un fenómeno que ya fue puesto de manifiesto por el profesor Myro hace tres años (El País, 5 de julio de 2009). Durante la pasada década, cuando perdíamos competitividad por la elevación relativa de salarios y precios, la pérdida de cuota de exportación fue la menor de todos los países europeos (excepto Holanda).

Alemania, que redujo sus precios de exportación durante el mismo periodo, perdió mayor cuota que nuestro país, un 12%, frente a menos del 9% de España. Y si lo comparamos con otros países, los resultados son aún mejores. Reino Unido y Francia perdieron el 40% de su cuota; Italia y EEUU, sobre el 30%

Una reducción de salarios y precios no garantiza, por sí mismo, un aumento de las exportaciones. Han sido otros factores distintos a los precios, los que ayudan a explicar el magnífico comportamiento exportador. En general, las empresas ganan competitividad cuando venden en el exterior. Introducen nuevas tecnologías, intensifican la relación entre capital y trabajo, mejoran la logística y el aprovisionamiento, ganan tamaño que les permiten aprovechar economías de escala.

Estas ganancias de competitividad se transforman, en general, en una mejora de la calidad y en una contención o reducción de precios. En todo caso, son factores distintos a los precios o costes internos los que explican la aparente paradoja del caso español: pérdidas de competitividad frente a los principales países europeos, pero mejor comportamiento exportador que ellos.

La visión de la crisis desde la perspectiva alemana, no encaja con el comportamiento exportador de nuestra economía. La salida de la crisis sustentada, fundamentalmente, por la devaluación interna, vía reducciones salariales, presenta unos límites cuantitativos y una traslación limitada a los precios de exportación. Pero aún cuando tuviese un impacto directo y generase una mejora de la competitividad, sin una demanda adicional de los productos, que tiene que venir de algún sitio, la mejora no tendría un impacto inmediato sobre la producción y el empleo.

Con una nueva crisis generalizada en las economías europeas, los defensores de una salida basada exclusivamente en la reducción de salarios y precios, deberían contestar a la pregunta: ¿de dónde vendrá la demanda adicional?

Competitividad exterior de la economía española

Junto al número de la Revista Cuadernos Económicos de ICE dedicado a «Comercio internacional, empresa y competitividad», que ha presentado hoy José Carlos Fariñas en este blog, acaba de aparecer otro, preparado por el anterior consejo de redacción de la Revista Economistas, que dirigía Emilio Ontiveros (http://www.colegioeconomistasmadrid.com/ceMadrid/comun/default.asp). Lleva por título «Competitividad exterior de la economía española» y reune los trabajos de 24 especialistas. Está ordenado en tres partes temáticas y una cuarta que recoge la visión de los empresarios. La primera parte trata de definir y  precisar conceptos e indicadores, utilizándolos al mismo tiempo para ofrecer una valoración de la competitividad agregada de la economía española en el marco de la UEM. La segunda, describe las características del patrón exportador, su estructura según productos y empresas, prestando atención al papel de la calidad; la tercera, estudia la inversión española en el exterior en sus diferentes vertientes, incluida la de rentabilidad, clave para valorar su solidez competitiva. La cuarta, en fin, como ya se ha señalado, recoge las posiciones de dos empresarios del ámbito de las telecomunicaciones. Más

A vueltas con la competitividad

En esta entrada doy noticia del último número monográfico de la Revista Cuadernos Económicos de ICE dedicado a Comercio internacional, empresa y competitividad (ver aquí). Los diez artículos del número, en los que hemos participado 23 autores, ofrecen un panorama bastante completo sobre cuestiones relacionadas con el comercio y la inversión exterior de la economía española.

Uno de los temas recurrentes de varios artículos, como no podía ser de otro modo, es el análisis de la competitividad exterior de la economía española. El buen comportamiento de las exportaciones durante 2011 y, en general, el mantenimiento de la cuota de las exportaciones españolas en el comercio mundial durante la última década, que ha documentado Elisa Álvarez en este blog (ver aquí), parece ir en contra de varias debilidades conocidas. Entre ellas, la fuerte especialización de España en sectores de baja intensidad tecnológica que hace que sus exportaciones sean muy vulnerables a la competencia de países emergentes de bajo coste. Tampoco ayuda, en segundo lugar, la diversificación geográfica de las ventas, muy concentradas en Europa y con escasa presencia en las áreas actualmente en expansión en la economía mundial. Por no hablar, en tercer lugar, de la pérdida de competitividad-precio acumulada desde la integración en la UEM, sin poder echar mano, como en el pasado, del tipo de cambio. Más

Tipo de cambio de mercado del dólar con el euro versus tipo de cambio implícito de la PPA, 1975-2010

En esta entrada del Blog mostramos la desviación histórica del tipo de cambio (nominal) del dólar con el euro, E$/€, respecto al tipo de cambio de equilibrio de largo plazo que asegura el cumplimiento de la Paridad del Poder Adquisitivo o PPA (Purchasing Power Parity o PPP en inglés).

La teoría de la PPA establece que el tipo de cambio nominal entre el dólar y el euro debe tender a largo plazo a un valor de equilibrio que viene determinado por el cociente de los precios relativos (aproximados por los IPC) entre las dos zonas, E$/€ = Pus/Pze. En última instancia, la teoría en su versión relativa establece que la economía con mayor (menor) inflación relativa verá como su moneda se deprecia (aprecia) a largo plazo en los mercados de cambio para asegurar que el poder adquisitivo entre EE.UU. y la zona euro (ze) sea el mismo.

La PPA es una de las proposiciones fundamentales de la finanzas internacionales. Los modelos monetarios de determinación del tipo de cambio descansan en esta proposición y de ahí la importancia de su cumplimiento. No obstante, existe consenso en que la PPA no se cumple a corto plazo, pero en el largo plazo el tipo de cambio nominal y los precios relativos se mueven proporcionalmente, de forma que el tipo de cambio real revierte al equilibrio. Por tanto, a corto plazo pueden existir desviaciones de la PPA pero éstas deber ser temporales y desaparecer a lo largo del tiempo permitiendo que la PPA se cumpla en el largo plazo.

¿Por qué se producen desviaciones a corto plazo de los tipos de cambio de mercado del tipo de cambio de equilibrio de la PPA?. Las causas son de diversa índole. Por un lado, muchos de los bienes y servicios que se producen en una economía son poco o nada «exportables»: un corte de pelo, una vivienda, la educación, los servicios públicos,… por lo que no se ven expuestos a la competencia exterior. Lo mismo ocurre con otros sectores considerados estratégicos que pueden estar protegidos por los gobiernos nacionales. Por otro lado, hay otros factores que generan también desviaciones a corto plazo respecto al valor de equilibrio a largo plazo de la PPA: riesgos geopolíticos (favorecen a las monedas más sólidas), shocks en los mercados financieros o en los mercados de materias primas y la política de gestión de las reservas de los Bancos Centrales, entre otros. De este modo, el tipo de cambio de equilibrio de la PPA debe considerarse una referencia a largo plazo para la cotización de mercado, que oscilará en torno a ella en ciclos que pueden ser muy prolongados en el tiempo.

En el primer gráfico (hacer clic sobre el mismo para verlo más grande) se muestra la evolución del tipo de cambio de mercado del dólar con el euro (línea azul) y del tipo cambio de equilibrio entre ambas monedas según la PPA (línea amarilla). [1]

Tres conclusiones merece la pena destacar. En primer lugar, a corto plazo el tipo de cambio de mercado del dólar con el euro se desvía sistemáticamente del tipo de cambio implícito de la PPA. En segundo lugar, la PPA se cumple sólo en el largo plazo. Por ejemplo, el tipo de cambio de mercado del dólar con el euro se mantuvo por encima del tipo de cambio implícito de la PPA desde 2003 a 2010. Ello supone que en este periodo el dólar ha estado con respecto al euro «infravalorado» según la PPA, por lo que esta desviación de la PPA ha podido incidir negativamente en el nivel de competitividad de los productos de la zona euro (en media) respecto a los productos de EE.UU.

Aunque es cierto que el euro ha estado «sobrevalorado» en media con el dólar según la PPA, no ha sido así para todos los países de la Unión Económica y Monetaria (UEM). En el siguiente gráfico se muestra el tipo de cambio implícito de la PPA para varios países de la zona euro (la línea amarilla es para la media de la zona euro) y el tipo de cambio de mercado entre el dólar y el euro a finales de 2010 (línea roja, 1 euro = 1.3 dólares). [2]

En el caso de Alemania, el tipo de cambio implícito de la PPA (1.5) se situaba a finales de 2010 por encima del tipo de cambio de mercado dólar/euro (1.3), por lo que el euro estaba «infravalorado» para los productos alemanes, incidiendo positivamente en su nivel de competividad relativo respecto a los productos de EE.UU. Por el contrario, para la media de la zona euro – pero sobre todo para los países periféricos (España, Italia, Portugal y Grecia)- el tipo de cambio implícito de la PPA se situaba por debajo del tipo de cambio de mercado dólar/euro, por lo que el euro estaba «sobrevalorado» para estas economías, con la consiguiente pérdida relativa de competitividad de sus productos respecto a los de EE.UU. Finalmente, para Francia, Austria y Holanda, el tipo de cambio de mercado dólar/euro coincidía con el tipo de cambio de equilibrio a largo plazo implícito de la PPA.

En síntesis, desde el punto de vista de la PPA, el tipo de cambio de mercado del dólar con el euro de finales de 2010 favorecía los intereses de los exportadores alemanes, era neutral para los exportadores franceses, austríacos y holandeses, pero perjudicaba los intereses de los exportadores de los países periféricos (incluida España). De este modo, la fortaleza del euro con el dólar (y sus consecuencias negativas para la competitividad exterior de las exportaciones de la media de zona euro) perjudicaba curiosamente a los países relativamente menos competitivos de la UEM pero no a Alemania.

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[1] Con el ecu hasta 1999.

[2] Los precios relativos son ahora entre EE.UU. y cada país de la UEM.

REFLEXIONES SOBRE LA FLEXIBILIDAD SALARIAL A NIVEL DE LA EMPRESA por Manuel Hernández López

Nuestro amigo Manuel Hernández López, antiguo Director de la Comisión Europea, nos obsequia con un artículo que publicó el lunes pasado en Expansión sobre flexibilidad salarial. Esta reflexión contribuye al debate abierto desde el Blog de la ALdEa Global sobre la reforma de la negociación laboral y dice así:

Jacques Deslors, poco sospechoso de ser un entusiasta del liberalismo económico, declaró a una revista económica que el sueldo del trabajador debería constar de tres componentes: un mínimo legal de subsistencia, una segunda parte que sería función de la “performance” de la empresa y un tercer elemento que reflejaría su esfuerzo o mérito personal. Casi 20 años más tarde, Angela Merkel exige que, de manera global y sin mayor precisión, los sueldos se ajusten a la productividad. En Bélgica el viejo debate sobre « la indexation automatique » de los sueldos ha saltado de nuevo. En España, Elena Salgado ha afirmado que la situación específica de cada empresa debe condicionar los sueldos. Se puede decir que, de manera casi general, en los países europeos la flexibilidad salarial bajo fórmulas muy diversas está a la orden del día.

Esto supone un cambio de mentalidad en Europa de mucha envergadura; en efecto, los sueldos fijos han sido uno de los grandes pilares (los célebres “droits acquis”) del llamado “Sistema Social Europeo”. Empero, la crisis nos ha hecho comprender, volens-nolens, dos cosas; uno, que en política económica el empleo tiene que ser imperativamente la variable objetivo, y el sueldo la variable de ajuste; no al contrario, como se ha hecho hasta ahora. Y segundo, que hoy por hoy hay dos cosas incompatibles y por ende inalcanzables: sueldos elevados generalizados y mucho empleo. Hay que escoger.

De entrada creo necesario afirmar sin ambages que este cambio me parece muy positivo; como el mejor subsidio al parado es darle un empleo, pienso que la flexibilidad de remuneraciones en función de la capacidad financiera de la empresa es clave: no solo salvaguarda el empleo – lo que es su objetivo principal- sino que, aplicada en dosis suficiente, además lo crea. A este respecto me parece oportuno mencionar la iniciativa belga “Cheques services”, donde el consumidor paga con cheques/bonos – que ha comprado previamente a la Administración a un precio de 7,5 euros la hora de trabajo (la equivalencia en España sería de unos 5-6 euros) – pequeños trabajos domésticos o similares; el resultado está siendo espectacular; se han generado más de medio millón de puestos de trabajo, lo que es mucho para este pequeño país; gracias a esa iniciativa se está cubriendo una cantidad enorme de necesidades de la sociedad, y miles y miles de hogares han encontrado un complemento de salario tan necesario hoy. A mi juicio este éxito es la prueba de que la elasticidad de la creación de empleo al sueldo, en esa franja del mercado del trabajo, es muy elevada. Eso es así porque hay en nuestra sociedad una demanda interna “latente” casi infinita (las necesidades insatisfechas que todos tenemos) y que solo aflora cuando la bajada del precio la hace “solvente”. La pregunta inmediata es: ¿hasta qué suelo hay que permitir que los sueldos bajen?. Eso depende -hoy por hoy – de la cantidad de parados que se quiera resorber.

Claro está que un sistema generalizado de flexibilización salarial, en la que la empresa pague los sueldos que le permitan garantizar su futuro y su empleo, provocará un aumento de la “tensión salarial”, es decir, las diferencias entre sueldos altos y bajos aumentarán muy sensiblemente; en otras palabras, la sociedad será menos igualitaria en la esfera salarial. No obstante, será más igualitaria en la del empleo. ¿Será más injusta?. Pienso que no.
Por otro lado el sueldo del trabajador es más volátil; en revancha, es mas seguro. Esto es importante para los trabajadores con hipotecas, ya que, en términos técnicos, la esperanza matemática concerniente a su sueldo no debe cambiar necesariamente.

La puesta en práctica de tal política micro-económica, que debería ser libre para cada empresa, no es nada fácil : no parece adecuado que sea la Dirección de la empresa la que decida unilateralmente “su” flexibilidad salarial; lo normal es que haya un acuerdo entre dirección y trabajadores. Es este un tema difícil porque para muchas personas no es nada fácil dialogar; no se olvide que el sentido común es el menos común de los sentidos. En todo caso, tal diálogo social tiene dos exigencias: primera, una radical descentralización sindical por parte de los trabajadores; los llamados agentes sociales “nacionales” no tienen ningún rol que jugar; segunda, la empresa está obligada a una transparencia contable sin fallo; tiene que abrir los libros. Me parece sin embargo grotesco tener que acudir, como algunos proponen, a los Tribunales de Justicia o a la Administración para ese díálogo intra-empresarial. (El populista decreto de Sarkozy que obligaría por ley a distribuir dividendos a los trabajadores me parece un “interventionnisme démodé).

Con este cambio de política, también cambia el estatus del trabajador: como su sueldo se modula según las vicisitudes de la empresa, participa en cierta medida en el riesgo entreprenurial; parece pues apropiado que participe también en ciertas decisiones que conciernen el porvenir de la empresa y el suyo propio. Aquí también entramos en un aspecto muy delicado pporque esta flexibilidad no puede transformar las empresas en cooperativas.

Este tipo de política es incompatible con esa cantinela tan manida en la boca de Políticos o Instituciones que proclaman la necesidad de una moderación “generalizada” de sueldos en todas y cada una de las empresas, idea tan esperpéntica como sería querer aplicar la misma medicina y la misma posología a todos los enfermos de un hospital general; puede ser que el resultado final de la flexibilidad micro-económica sea una reducción de la masa salarial global de un país, objetivo macro-económico eventualmente buscado por la Autoridades; pero la flexibilidad es claramente una vía mucho más eficiente (para ese logro) y ciertamente mucho más eficaz (en la lucha contra el paro) que un decreto general.

Sin duda esta flexibilidad salarial puede parecer cruel a muchos observadores; claro que lo es; no obstante, a los parados y a todos los que conocemos familias y amigos muy concretos que viven en la precaridad y que no ven el final del túnel en un futuro próximo, nos parece mucho más cruel el paro.

La mejora del turismo: ¿incremento sostenido o shock coyuntural?

Vaya por delante que, si bien no pretendo tener la respuesta definitiva a la pregunta con la que se encabeza esta entrada, me inclino por la segunda de las opciones. Aunque una visión más amplia a medida que transcurre el año mejorará nuestra percepción, sí sabemos de momento que el incremento de los flujos de entradas de turistas en el transcurso del año ha roto las previsiones. En esta ocasión, y sin que sirva de precedente, la ruptura ha ido en el sentido favorable, en un claro ejemplo de shock exógeno positivo. Hasta el mes de marzo ya se había superado con holgura el dato del primer trimestre del año 2010 (un 2,9% más), y eso sin contar con que este año la Semana Santa ha sido en abril, mientras que el año pasado comenzó en marzo.  Como es bien sabido, la inestabilidad en destinos turísticos de primer orden y fuertes competidores del español (como Egipto y Túnez) ha estado detrás de este notable aumento, que sin embargo no ha sido tal en términos de ingresos medios por turista (véase los datos en Egatur, Encuesta de Gasto Turístico, pinchar aquí), aunque sí se ha reflejado naturalmente en términos de ingresos totales. Más

Video sobre la pasión, muerte y resurrección del euro

Aprovechando que comenzamos las vacaciones de Semana Santa y que tendréis tiempo para la reflexión, os animo a visualizar el siguiente video. Se trata de un «lunch seminar» ofrecido por Hans Werner-Sinn. Me lo enviaron ayer los colegas del CESifo, seguramente el principal think-tank europeo en la actualidad, con el que vengo colaborando desde hace ya unos cuantos años tanto en investigación, como en la elaboración de las encuestas de coyuntura. Se trata de un seminario muy sugerente y, fiel al estilo germánico, muy amplio y enciclopédico. Trata de los orígenes de la crisis a escala global, critica la hipótesis de «saving glut» de Bernanke para centrarse en la crisis a escala europea y, más en concreto en la crisis de deuda y los mecanismos para su resolución. En mi opinión, resulta muy interesante (y a veces hasta conmovedora) la contraposición de la hipótesis francesa del «tango del euro» frente a la visión alemana. ¿ha sido verdaderamente Alemania el país más beneficiado con la creación del euro? ¿es Alemania un país egoista? ¿quién tiene la culpa de la crisis actual? ¿cómo podemos resolverla? Os invito a seguir esta exposición en inglés de uno de los economistas europeos más influyentes en la actualidad. Por cierto, como dura algo más de una hora (aunque es muy amena) os recomiendo que la veáis hasta el final, pues el interés va «in crescendo» hasta la eclosión última. De obligado visionado para mis alumnos de Integración Monetaria.

¿HACIA UN PACTO PARA EL BUEN GOBIERNO DEL EURO? (SEGUNDA PARTE)

Tal y como indicábamos en nuestra entrada anterior, eran muchas las cuestiones que quedaban abiertas según los documentos preparatorios y los acuerdos preliminares previos a la Cumbre de finales de marzo. Aunque este tipo de reuniones a veces nos sorprenden con acuerdos alcanzados “in extremis”, éste no ha sido el caso en esta ocasión. Una lectura de las conclusiones de la Cumbre del Euro del 24-25 de marzo (ver conclusiones cumbre euro_marzo 2011), nos lleva a decir como primer resultado que se trata de un texto manifiestamente mejorable en su redacción por las repeticiones innecesarias y generalidades que lo convierten en un documento bastante confuso e indefinido en el terreno económico y financiero. Se dice en el comunicado que las medidas adoptadas persiguen tres objetivos, a saber, uno a corto plazo: “dejar atrás la crisis financiera” y otros dos a medio plazo: reforzar la gobernanza de la UE para garantizar la estabilidad del euro” y “estimular el crecimiento” a través de medidas estructurales que fortalezcan el Mercado Único.

Vamos a ver cada uno de ellos con algo más de detenimiento. Siguiendo el (des) orden de las propias conclusiones, voy a empezar por el final. Así, el Consejo Europeo, con el fin de reforzar la gobernanza ha refrendado la puesta en marcha de un sistema reforzado de coordinación de la política económica (básicamente la presupuestaria y algunas políticas estructurales y de mercado de trabajo) a través del llamado “Semestre Europeo”, según el cual los Estados presentarán medidas en sus programas de convergencia (países “out”) o de estabilidad (para los países “in”) que deberán ser supervisadas por la Comisión y corregidas, en su caso, antes del Consejo Europeo de junio cada año. Aunque se le ha dado bastante publicidad, no supone un cambio especialmente relevante respecto al sistema anterior (excepto en la elaboración del presupuesto). Por otra parte, la deriva en la política presupuestaria y la necesaria vuelta a la sostenibilidad de la deuda y de los déficit hacia el límite máximo del 3% se corresponde con la flexibilidad aumentada tras la reforma del Pacto de Estabilidad y Crecimiento en 2005. Por tanto, nada nuevo bajo el Sol. Lo mismo se puede decir de los cantos de sirena sobre el “papel fundamental del Mercado Único” (para un análisis crítico sobre los (no) avances en el Mercado único, ver el Informe de Bruegel Bruegel08).

¿Cuáles son las novedades del refuerzo en el gobierno económico? Al margen de que las propuestas tienen que tramitarse en el Parlamento Europeo y, a buen seguro, sufrirán variaciones notables de aquí a junio, el Pacto del Euro Plus (ver antecedentes en nuestra anterior entrada anterior) finalmente acordado por el Consejo Europeo y llamado así porque recoge a los países de la zona euro más Bulgaria, Dinamarca, Letonia, Lituania, Polonia y Rumanía, busca reforzar la coordinación para mejorar la competitividad y la convergencia, estableciendo compromisos políticos concretos y mecanismos de supervisión sobre la base de una serie de indicadores sobre a) competitividad, b) empleo, c) sostenibilidad presupuestaria y d) estabilidad financiera.

Por lo que respecta al primero, se pretende analizar la evolución de los salarios y la productividad por países y por sectores, facilitando medidas que fomenten la producividad en aquellas regiones que queden retrasadas. Estas medidas están ahora negociándose en España y sobre ellas un grupo de economistas de AldE ya presetamos un decálogo en bAg (pinchar aquí). Por otra parte, el gobierno español ya ha presentado como iniciativa la creación de un “Comité de Sabios” que se encargue del análisis de la competitividad en España. Bienvenido sea, aunque su necesidad pueda ser discutible en la medidad que los estudios de competitividad tienen sentido en la medida en que se realizan de forma comparada y con metodologías homogéneas y no partidistas. Por tanto, parece que una institución teóricamente independiente como la Comisión Europea sea la mejor candidata a hacerlo y, de hecho, la ECFIN ya ha publicado su European Economy-10-1-Imbalances_competitiveness, lo que convierte a la iniciativa española en algo redundante.

En segundo lugar, se busca un mercado de trabajo más flexible y competitivo, supervisando su comportamiento a través de indicadores tales como el desempleo de larga duración, el juvenil o la tase de actividad. Las reformas que se plantean buscan compatibilizar la flexiseguridad con mayor formación y medidas de apoyo fiscal a la creación de empleo. Nada especialmente novedoso respecto al Proceso de Luxemburgo o Cardiff.

En tercer término, para garantizar la aplicación del PESC sí se han acordado reformas de mucho mayor calado. Así, a través de una batería de indicadores que midan la desviación o brecha respecto a un equilibrio sostenible se pretende monitorizar el estado de las finanzas públicas y que estos indicadodres sirvan de alerta para llevar a cabo reformas que alineen las pensiones y las jubilaciones con la situación demográfica de cada estado, así como la atención sanitaria y las prestaciones sociales en general con escenarios de sostenibidad financiera. Para ello se realizarán (bajo supervisión de la Comisión Europea) las reformas legislativas nacionales necesarias que permitan frenar el endeudamiento a través de normas de equilibrio presupuestario o de control del gasto. Este acuerdo, aún poco definido, puede suponer un cambio radical en el gobierno económico del euro y sentar las bases de la Unión Económica. Si finalmente se aprueba mecanismos de control rigurosos a partir de junio, sí estaríamos ante un verdadero cambio cualitativo en la gestión de la política económica en la zona euro. El tiempo dirá.

Finalmente, por lo que respecta a la creación de mecanismos que faciliten la estabilidad financiera en la eurozona, de nuevo, tras no reconocer el Consejo la necesaria reestructuración de la deuda griega (ver los comentarios ya realizados hace casi un año en otra entrada en Globalipedia) e irlandesa y con el peligro de un inminente rescate de la deuda portuguesa, la Cumbre ha fracasado en su objetivo de especificar de qué forma el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera tiene que hacer efectiva la disponibilidad de liquidez para el rescate. A partir de junio de 2013 el nuevo fondo que sustituirá a la Facilidad Europea de Estabilidad Financiera y al Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera con la función de proporcionar asistencia financiera a los países de la eurozona a través de préstamos (sujetos a condicionalidad) y mediante la compra directa, en su caso, de bonos en los mercados primarios presenta varios problemas. Por una parte su capacidad de préstamo es considerada por muchos analistas demasiado pequeña, y que sólo se irá haciendo efectiva de forma progresiva a partir de 2013. Por otra, la propia financiación del fondo a través de garantías en lugar de un fondo fundacional puede genera problemas de credibilidad y de contagio en caso de que las garantías deban activarse. Además, el hecho de que las decisiones de financiación se tomen por unanimidad genera “de facto” un derecho de veto para cada uno de los estados miembros, lo que puede ser una rémora a la hora de tener que tomar decisiones rápidas y que tan nefastos efectos ha tenido en el proceso de construcción europea. Por último, el mecanismo queda supeditado a un dictamen de la Comisión Europea sobre las sostenibilidad de la deuda de un país que solicita la ayuda, de tal forma que, en caso de insolvencia, el Fondo Europeo de Estabilidad propocionará un préstamo en la medida que el sector privado aparezca involucrado, lo que puede generar profecias que se autocumplen, precipitando impagos. En definitiva, creo que el fondo no es suficiente en su tamaño y está mal diseñado en su confección y en sus reglas de funcionamiento, por lo que dificilmente va a conseguir estabilizar a los mercados financieros.

Por último, el Consejo Europeo no ha sido capaz de solucionar los problemas de gestión de los fondos de rescate a corto plazo. No voy a comentar el estado actual de los fondos hasta 2013 y la posibilidad de contagio o no de la economía portuguesa hacia España u otros países de la zona euro como Italia o Bélgica. Creo que eso es materia para otra entrada en bAg, pero no puedo resistirme a adelantar una hipótesis. Se dice que España es diferente y estoy de acuerdo hasta cierto punto. Ciertamente, la solvencia de la deuda pública es mayor y, a falta de saber bien el impacto de la crisis inmobiliaria sobre el sector financiero, seguramente el endeudamiento total también lo es. Pero, ¿qué ocurriría en caso de contagio? Por una parte, España es demasiado grande para dejarla caer, pero por otra también es demasiado grande para ser rescatada completamente. El Fondo actual es de 865 millardos de €, ofreciendo una capacidad real de financiación inferior a los 500 millardos actualmente. Se calcula que la deuda amortizable en 2011 de Grecia, Irlanda, Italia, Portugal y España ya es superior a los 500 millardos de euros y sólo las necesidades financieras de los gobiernos central, regionales y locales en España de aquí a 2013 estarán en torno a los 470 millones (según estimaciones del Citibank). Estas cifras abren claramente la posibilidad de que si se contagiase una crisis de deuda hacia España, éste sería el primer país de la eurozona donde los paquetes de salvamento no serian suficientes y una reestructuración de la deuda sería necesaria.

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